domingo, 2 de marzo de 2014

UN MENSAJE DE LUCIDEZ

El camino a recorrer que nos marcó Bruno no fue el de seguir una lista de técnicas propuestas a las que apegarnos con el objeto de conseguir un resultado determinado. Sino más bien, un conjunto de sensaciones que nos guíen durante el combate, un centro, un ángulo, una ma-ai, nada predeterminado, sólo sensaciones que nos proyecten durante el encuentro, generando un campo de fuerza alrededor de nuestro centro que transforma el ataque interrelacionándonos con él.

La senda es la prescripción de los movimientos mecánicos en aras del cultivo de sensaciones, de la etiqueta, de una mente clara y de una presencia absoluta que absorba la intención del adversario.

En definitiva un concepto global según el cual se debe buscar la daisho, una alianza entre sensación y técnica, ya que ambas caminan juntas en el Aikido.

Octavio comenzó el curso con una propuesta que transmitía un mensaje de calma y lucidez en medio de la vorágine de la agresión. Un despliegue de energía y compromiso con los asistentes, proponiendo un curso enérgico y evolutivo, heredero del anterior, como consecuencia de una alternativa fresca y original que surge y enraíza con la tradición más pura.

Enseguida se ve que se encuentra cómodo, y que pone todo su temple en entusiasmarnos, en guiarnos, en abrirnos nuevos horizontes.

A medida que avanzamos en el curso, las sugerencias nos colapsan, y no damos abasto a todas las cosas nuevas que tenemos que visitar con urgencia, antes de que se enfríe el rescoldo de la técnica propuesta, como por ejemplo los diversos nage. Y sin embargo, lo que mantiene la tensión del curso no sólo es el elenco de técnicas poco conocidas y muy interesantes, sino la pugna constante por la imposición de una corriente estilística dentro del Aikido. Ya que cultiva un estilo con una fuerte impronta japonesa, con formas más inexpresivas y actitudes más firmes, nada de filigranas ni de gestos ampulosos y de dudoso gusto. La propuesta, seguir el ataque y no detenerlo, evolucionar con él y sentirlo.

Es un Aikido que sintetiza la pugna entre dos concepciones marciales existentes, y que enfrentan lo retórico a lo escueto.

Su versión de la técnica nos ofrece una modulación en la ejecución de la acción subordinada a la interpretación de Tori, y al contexto de recepción, así como a las exigencias del ataque. Dicha propuesta se aleja de la rigidez estructural, acercándose a una concepción más prosaica, que confiere a la técnica, flexibilidad y fluidez, dulcificando el gesto, lo que conlleva la supresión de características no deseadas, tales como pesadez de hombros, rigidez en el cuello, pecho hundido, codos altos... iluminando el momento del encuentro y la ejecución del movimiento, para de esa forma, conseguir construir sensaciones y no recuerdos.

Para acabar agradecer que no perdiese el tiempo en filigranas retóricas ni en argumentos especulativos, reconociendo su estilo ágil y esmerado, directo y alejado de la prosodia versallesca que caracteriza a menudo el mundo de las artes marciales, haciendo valer el derecho del Aikido dentro del budo.

En cuanto a los asistentes, que decir, un trabajo marcial, serio y lleno de contenido. A los venidos de Madrid, gracias por sus aportaciones, pues es savia nueva. A los de Alicante, que siempre es agradable volver a trabajar y aprender con ellos, y en cuanto a mis compañeros de Alcoy, sólo gratitud, pues sin ellos no podría progresar en el  Aikido.


Julio Maestre.



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