jueves, 13 de octubre de 2016

LA CAPTACIÓN DE LA FORMA


Jacinto consigue desarrollar su armonía. Ha aprendido a asegurar que sus ideas no vayan a un ritmo distinto de su capacidad de actuar. Un tempo invisible fluye entre el ataque de uke y su reacción, asegurando un solo momento, una sola nota. Es una prueba de unión de fuerzas, donde desaparece la ordinariez para conseguir pulimentar al máximo su talento, convirtiendo su técnica en un acto de moderación, sereno y elegante. Se percibe fuerza y fervor en sus movimientos, para una vez acabada la acción, ver a un ser desnudo y sin cargas. Un acto de honradez marcial en el que el corazón habla por sí mismo, independiente del ego, otorgando un toque personal a su técnica, una técnica por fin libre de estorbos.

Consigue que el curso se encuentre enmarcado en la intimidad. Es el maestro en el presente; no viene a revelarnos respuestas, sino a abrirnos caminos. Transita por el curso como si de una geografía creada por él se tratara. No hay verdades que ocultar, pues son realidades y técnicas que lleva impresas en la dermis desde antiguo. Nace ante todo del uso de formas geométricas simples, consiguiendo con ello evitar que sus acciones reflejen estados de ánimos personales, que influyan de forma negativa en la unión con uke. SENCILLEZ Y MODERACIÓN, ¡TODO NACE DEL CENTRO!

Bruno inicia el curso tal y como lo conocemos, afín a su tránsito y a sus preocupaciones estéticas, las mismas que ha defendido en sus clases promoviendo una técnica expresiva y sincera. Versátil en su enseñanza, consigue acercarnos la técnica, convocando el gesto con variaciones sutiles de los fundamentos, escogiendo quizá aquello que dé cuenta, primero, de su mundo interior, y luego, del universo de fuera que lo contiene y determina. No quiere movimiento, sino desequilibrio; no quiere brazos, sino centro.

La fusión de ambas realidades nos transmite un profundo trabajo labrado con sudor. Desde esta perspectiva dual en apariencia, exigirá al alumno que indique a través de la técnica la urgencia de su mundo interior, y en este rumbo, su gesto abarcará el momento haciéndolo uno. De esta raíz surge su trabajo personal, lleno de momentos, encuentros y manifestaciones, su técnica con sello dactilar, la misma que habla del hombre abiertamente, consagrándolo al AI (la armonía).

Es pues la idea de la armonía la que se vuelve provocadora e innovadora, la que nos estimula e invita a sentir y descubrir el arte de la no confrontación. Ésta es la cuestión que se nos presenta al visualizar a los dos maestros; dos planteamientos separados en el tiempo pero a la vez próximos desde su esencia propositiva.

Ha sido un curso que me ha traído una frase a la cabeza: “Ha llovido mucho, pero este año he decidido volver para comprobar si aquellos recuerdos eran ciertos.” Y sí lo eran, alumnos de Tomás, alumnos de Tamura. Esa herencia sigue viva.

El primer y último episodio del curso fue el trato que se nos dispensó: amable y sincero. Jacinto y su esposa fueron los perfectos anfitriones; no fallaron en nada, todo perfecto. Nos prometieron devolver la visita. Esperaremos estar a la altura de semejante reto, aunque el listón lo pusieron muy alto.

Hemos aprendido que en el reino de las hakamas también se crean amistades que traspasan las esteras del tatami. Son vínculos que nos unen con lazos invisibles a nuestros oponentes, sin que sepamos muy bien el por qué. Tal vez sea porque en ese pequeño instante en el que se ejecuta la técnica, o se recibe el ukemi, nace la armonía y surge el ai, el auténtico vínculo de unión.



                                                                                           X   Julio Maestre.


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