miércoles, 10 de febrero de 2016

EL SABLE; ALMA DEL AIKIDO:

Un curso que nos hizo entrar en un espacio que nos remueve, a la vez que nos renueva,  hace vibrar y conmueve. La invitación es a sentir antes que a hacer, a respirar ese aire fresco y humedecido que nos aporta la unión del sable con el aikido, un mensaje que nos transporta de vuelta a la fuente donde emanan los principios de nuestro budo.
Que extensión marcial se nos presentó durante este curso:
              “No te preocupes por el ayer:
              ha pasado…
              No te angusties por el mañana:
              aún no ha llegado…
              Vive el sable que es hoy:
              y es el ahora visualizado. “
                Fueron conceptos genéricos que le daban sentido  a ese viaje, que enlaza el sable con la técnica a mano desnuda. Un sendero que une el corte del arma con la armonización técnica de un mismo resultado cuando se realiza sin ella.
                Consiguió que sintiéramos o imaginásemos, que ese momento en que nuestras manos rozaban instintivamente el sable con la intención de desenvainar, la intención se convirtiera en una sola acción que se apoderaba de nosotros, emitiendo la transparencia del sentimiento que aflora en nuestro ser por el simple hecho de compartir un instante de unión entre el arma y nuestro interior. Un momento íntimo y de soledad que se describe en el trazo realizado por el sable al cortar, un gesto que se entrelaza uno a uno formando la inquebrantable unidad buscada.
                Así pues, fue un curso sorprende, que nos trajo ecos ancestrales que nos llegan con un trabajo elaborado y muy personal, técnicas que sabíamos no estaban perdidas y que a través de estos cursos son recobradas y transmitidas.
                Fue un curso nexo de unión entre el sable y el aikido, perfectamente elaborado y magníficamente trabajado. Comprendimos que “no hay más que un encuentro” y que es en el trabajo diario donde se vive como algo único e irrepetible.
                Un trabajo que refleja muy bien su espíritu marcial, por una parte, parece sumarse a una tradición antigua, el sable, para luego subvertirla de una manera íntima y singular y acabar transformándolas en técnicas de aikido, como si de un sable inmaterial se tratara, un trabajo para nosotros aún esquivo y por eso ambicionado.
                Con el sable no hay más que un encuentro, sin embargo nosotros esperamos que el año próximo haya otro con Fernando Valero, un duelo anual en el que siempre consigue sorprendernos, muchas gracias y hasta que nuestros sables se crucen.

                     X Julio Maestre