martes, 21 de febrero de 2017

ETERNOS PEREGRINOS

Qué nos transmitieron Tomas y Octavio en este curso: que no se puede hablar de crecimiento y evolución, el gran salto a SANDAN, si con ello nos estamos refiriendo a un proceso pasivo y automático. Que, por el contrario, debemos poner énfasis en la continua actividad y en el continuo entrenar, lo que nos llevará a  desarrollar una energía vital constructiva que mejorará nuestra técnica, y se trasladará a un crecimiento marcial.

El Maestro nos dejó claro que con el paso a SANDAN se pueden producir dos procesos o fases: construcción o destrucción. Una es la de asegurar el nuevo estatus como un punto de reposo de carácter definitivo, con ausencia de toda transformación, o sea, tendencia a la cristalización. La otra es un impulso hacia un flujo continuo, hacia una mutación permanente. Esta última es la vía a seguir, un camino ascendente que tiene su origen pero nunca un final.

Tomás Shihan trabajó con fundamentos y los convirtió en suyos, pero eso sí, con el centro, el corazón y el alma hacía fuera, transformándolos en un conjunto, en un organismo unificado, mutando así los sonidos en partitura, y la partitura en arte. Con este trabajo consiguió derramar sustancia interior, y pudimos sentir inconscientemente como su desarrollo técnico funciona de acuerdo a determinadas leyes; la austeridad de las formas, el realismo en su factura, el metsuke sereno, el kamae centrado.

Cualquier movimiento que se desvíe del camino de la austeridad lleva a un callejón sin salida. De esta forma consigue poner rostro a la técnica y llenarla de sentido, haciendo que el espectador sea capaz de percibir las emociones que libera al ejecutar la técnica despojado ya de la tiranía autómata que nos esclaviza, y transformar esos milenarios elementos; de ELLOS para él, y a través de Él a nosotros.

En definitiva consiguió martillear nuestros sentidos, logró que el aikido palpitará en nuestras manos, con él nos dejó su aliento, sus anhelos, sus ilusiones y un tajo marcial que rasgó nuestro interior.

El aikido es:
expresión de movimiento, centro, instante,
metsuke que trasciende,
esencia que retiene,
kamae que centra y ejecuta,
el espíritu de una pasión.
Tomás y Octavio; gracias por transmitirla
junto a la ilusión de compartirla.

En cuanto a Octavio que decir, maestro también de nuestra casa, fue sonido de alto voltaje que sirvió para preparar la mente y el cuerpo a un encuentro con los diablos interiores que nos devoran: el tribunal, el examen, los nervios, nuestro uke, nosotros mismos. Una preparación dura que paseó por nuestro interior encontrándose con nuestros límites, y llegando a lugares que despertaron el trabajo de años, sudor y esfuerzos.

Centró su discurso en una propuesta novedosa, una aproximación a la técnica desde el kamae, lo que significa fundirse con la gravedad misma, un duro y penoso sendero que conduce a profundizar en el conocimiento de tu cuerpo pero que nos ayuda a liberarnos de nociones como fuerza y espacio.
Su kamae refleja un centro sólido del que emanan técnicas complejas y efectivas que transmiten tranquilidad.

Para él es muy importante la utilización de un centro estable y armónico, como también lo es la manifestación de la potencia en el kamae.

Hemos podido disfrutar de lo mejor de los dos maestros, un SHIHAN y su alumno directo, una gratificante respuesta a las muchas dudas acumuladas durante años, dando un nuevo significado a los conceptos que teníamos de eficacia y eficiencia, labrando de esta forma un camino libre de obstáculos.

No nos despedidos sin el recuerdo, sin manifestar la enorme deuda de gratitud, el afecto y el cariño que sentimos por nuestro maestro Bruno Balaguer. Él, que siempre estuvo ahí, más que nosotros, empujando, tirando de entre los huesos, de nuestros corazones, puliendo sonidos que conocía a través de eternas escuchas, nunca cansado, siempre exigente. ES HISTORIA DE NUESTRA HISTORIA, caminando juntos por una aventura donde todo es posible. 

También a todo el Club, en especial a los muchos que nos acompañaron en este larguísimo viaje, una lealtad que no se olvida. GRACIAS.

Al tribunal también gracias por vuestra benevolencia. Se recompensará con sudor y esfuerzo. Nos habéis abierto nuevos caminos, otras formas de viajar por el sendero del BUDO, con los sentidos expectantes y la mente abierta, y el corazón, el corazón siempre a punto.


X   Julio Maestre





martes, 7 de febrero de 2017

Cortando el alma

El invierno es tiempo de recogimiento, especialmente en nuestro entorno montañoso, de recoger las experiencias vividas y transformarlas en riquísimos y excelentes momentos. El silencio es el arte del guerrero…, y la meditación es su sable, y es de ahí de donde nace este curso, en seiza, cortando el alma, sintiendo como penetra por nuestra columna vertebral devolviendonos la fluidez corporal.

Comenzó el curso facilitando el conocimiento de nuestras capacidades naturales de movimiento y coordinación, a la vez que facilitaba nuestra búsqueda de recursos para aquellos movimientos más complejos, de tal forma que se produjera un diálogo entre el cuerpo y el sable (técnica) utilizando la respiración como puente de comunicación.

La técnica se vuelve más suave y sincera cuando no se le impone innecesariamente aspectos emocionales, es la diferencia entre la lógica y la intuición, un auténtico punto de inflexión, que va de la ejecución al alma.

Técnicas de sable para el aikido, creo que por ahí fue un poco el desarrollo del curso. Dijo un conocido maestro del sable: “Pensad demasiado en la espada y perderéis de vista el fin. Quizás entenderéis esto con mayor facilidad si veis la esgrima sin espada”. He ahí el vínculo de unión entre uno y otro, buscar movernos de la manera más eficiente y económica posible, sin oponer resistencia alguna. Mente, cuerpo y caderas, se mueven como una unidad, conducidas por un increíble sentido y espíritu interno. No hay sable fuera de la mente, el sable eres tú.

Con estos nuevos conocimientos de corte vivencie el equilibrio/desequilibrio, y entendí porque había perdido capacidad de giro y fluidez en la técnica y una nueva sensación tomaba realidad, unos movimientos coordinados de cadera, brazos y piernas y un nuevo significado del trabajo con el peso corporal, fueron pequeños momentos que abrieron un poco de luz en ese laberinto que es el camino a la conciencia.

Esta relación planteada equilibrio/desequilibrio creo un juego de contrastes propio de la sutil combinación de estética y técnica que tanto caracteriza el trabajo de Fernando. Potencia y sutileza. Lo fuerte junto con lo frágil. Lo ligero con lo pesado. Arte y técnica.

Nos enseñó que con el sable es posible articular mensajes hermosos en estética y contenido. A la vez que, constituye un ejercicio que apacigua y educa la mente penetrando hasta el alma.

El contraste entre la tensión de permanecer (de presencia) y el movimiento de interactuar ante el ataque generan el aparecer de la sutileza de un gesto, lo cual gráficamente se traduce en un corte instantáneo y perfecto, puro zen en movimiento.

Con su trabajo logra que la mirada individual y la imaginación aporten su visión del aikido. No es un trabajo coactivo sino constructivo, se trata de una creatividad perceptiva e incluso poética que nos lleva a lo que pretende transmitir de una forma admirablemente hábil.

Con todo esto Fernando consigue regalarnos un excelente curso, un constante fluir técnico al que no se le puede interponer reproche alguno, pertrechado del conocimiento que le proporciona una ya vieja mochila de conocimientos, consigue guiarnos por este sendero marcial.

Emociona y cautiva el situarse ante este desarrollo imaginativo de técnicas, en el que prima la versatilidad y la originalidad frente al virtuosismo robótico, y la sutiliza inquietante por encima de la obviedad recalcada.

Fernando alcanza a realizar gestos y cortes hilados que saben a remansos de antiguos conocimientos, un trabajo fascinante que nos invita a la concentración. Acabamos igual que empezamos, envueltos en el silencio, ecos profundos que cortan el alma.

Por Julio Maestre