martes, 7 de febrero de 2017

Cortando el alma

El invierno es tiempo de recogimiento, especialmente en nuestro entorno montañoso, de recoger las experiencias vividas y transformarlas en riquísimos y excelentes momentos. El silencio es el arte del guerrero…, y la meditación es su sable, y es de ahí de donde nace este curso, en seiza, cortando el alma, sintiendo como penetra por nuestra columna vertebral devolviendonos la fluidez corporal.

Comenzó el curso facilitando el conocimiento de nuestras capacidades naturales de movimiento y coordinación, a la vez que facilitaba nuestra búsqueda de recursos para aquellos movimientos más complejos, de tal forma que se produjera un diálogo entre el cuerpo y el sable (técnica) utilizando la respiración como puente de comunicación.

La técnica se vuelve más suave y sincera cuando no se le impone innecesariamente aspectos emocionales, es la diferencia entre la lógica y la intuición, un auténtico punto de inflexión, que va de la ejecución al alma.

Técnicas de sable para el aikido, creo que por ahí fue un poco el desarrollo del curso. Dijo un conocido maestro del sable: “Pensad demasiado en la espada y perderéis de vista el fin. Quizás entenderéis esto con mayor facilidad si veis la esgrima sin espada”. He ahí el vínculo de unión entre uno y otro, buscar movernos de la manera más eficiente y económica posible, sin oponer resistencia alguna. Mente, cuerpo y caderas, se mueven como una unidad, conducidas por un increíble sentido y espíritu interno. No hay sable fuera de la mente, el sable eres tú.

Con estos nuevos conocimientos de corte vivencie el equilibrio/desequilibrio, y entendí porque había perdido capacidad de giro y fluidez en la técnica y una nueva sensación tomaba realidad, unos movimientos coordinados de cadera, brazos y piernas y un nuevo significado del trabajo con el peso corporal, fueron pequeños momentos que abrieron un poco de luz en ese laberinto que es el camino a la conciencia.

Esta relación planteada equilibrio/desequilibrio creo un juego de contrastes propio de la sutil combinación de estética y técnica que tanto caracteriza el trabajo de Fernando. Potencia y sutileza. Lo fuerte junto con lo frágil. Lo ligero con lo pesado. Arte y técnica.

Nos enseñó que con el sable es posible articular mensajes hermosos en estética y contenido. A la vez que, constituye un ejercicio que apacigua y educa la mente penetrando hasta el alma.

El contraste entre la tensión de permanecer (de presencia) y el movimiento de interactuar ante el ataque generan el aparecer de la sutileza de un gesto, lo cual gráficamente se traduce en un corte instantáneo y perfecto, puro zen en movimiento.

Con su trabajo logra que la mirada individual y la imaginación aporten su visión del aikido. No es un trabajo coactivo sino constructivo, se trata de una creatividad perceptiva e incluso poética que nos lleva a lo que pretende transmitir de una forma admirablemente hábil.

Con todo esto Fernando consigue regalarnos un excelente curso, un constante fluir técnico al que no se le puede interponer reproche alguno, pertrechado del conocimiento que le proporciona una ya vieja mochila de conocimientos, consigue guiarnos por este sendero marcial.

Emociona y cautiva el situarse ante este desarrollo imaginativo de técnicas, en el que prima la versatilidad y la originalidad frente al virtuosismo robótico, y la sutiliza inquietante por encima de la obviedad recalcada.

Fernando alcanza a realizar gestos y cortes hilados que saben a remansos de antiguos conocimientos, un trabajo fascinante que nos invita a la concentración. Acabamos igual que empezamos, envueltos en el silencio, ecos profundos que cortan el alma.

Por Julio Maestre



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