domingo, 9 de febrero de 2014

En las distancias cortas…

Y es que de eso se trata, de distancias, pero no precisamente cortas, sino las justas. Y por eso resulta más gracioso que en un curso en el que trabajamos el "Ma Ai" tuviésemos espacio tan reducido para todos los asistentes al curso. Compañeros de Alicante y Castellón con los que fue muy gratificante trabajar, teniendo que alternar los movimientos en el tatami para que todos pudiésemos trabajar con el espacio necesario y sin interferencias. Pero anécdotas aparte, el sábado 8 de Febrero se celebró en el dojo del Club Aikido Alcoi Om el curso de Iaido y Aikiken impartido por el maestro y 6º Dan Fernando Valero Cardona.

Nos planteó un trabajo partiendo de base, ya que muchos de los asistentes era la primera vez que realizábamos trabajo de sable, pero al mismo tiempo de una profundidad suficiente para que todos terminásemos satisfechos y con ganas de más. Para lanzar o recibir un ataque con sable, hay que ser muy consciente y precisos con la distancia al adversario. El trabajo con armas de madera requiere una concentración, una atención y una precisión muy superior a la que habitualmente trabajamos en las técnicas a mano desnuda, y el trabajo con katana aun mayor si cabe por estar unos pasos más cerca al peligro real. Fernando ilustró a la perfección como esta concentración y sobre todo esa intención que aplicamos con el sable se debe trasladar a los movimientos de aikido para conseguir mucha mayor precisión e intención.

El sable es una prolongación del cuerpo, de nuestro brazo, que amplifica la posición y la potencia, amplifica nuestro movimiento, pero también nuestros errores e imperfecciones. El trabajo con sable es mucho más exigente en cuanto al trabajo de espacio: un ataque con una distancia corta nos impedirá maniobrar el sable, con una distancia excesiva será ineficaz. Y para conseguir realizar un posicionamiento adecuado y en el momento exacto hay que hacerlo con una atención y concentración mucho más elevada que la que acostumbramos a usar en nuestra práctica habitual. El tiempo parece que se detenga y la dinámica del movimiento se inicia como un resorte que se dispara en el momento preciso y con la posición exacta, y en un parpadeo se resuelve la situación.  

Recordó que para nuestra práctica no es importante la velocidad del movimiento sino el tempo, el ritmo adecuado para cada uno y la exactitud de las distancias. En situación real, no coreografiada (que es el error en el que podemos caer en nuestra entrenamiento habitual en el dojo), si la posición y el instante del movimiento no son los correctos, la técnica no saldrá, o como mínimo no tendrá tanta precisión ni efectividad, con los que nos veríamos obligados a readaptarnos y retomar el control. En esto Fernando insistió, si el tempo y la posición no son correctos, la técnica, en situación real, no saldrá. Hay que lanzar la respuesta correcta en el instante preciso y desde una posición óptima.

Tras las cinco horas de curso, se siente cierto cansancio mental, no físico, por la intensa, constante e ininterrumpida concentración con la que se ha trabajado. Sólo nos queda imaginar el aluvión de sensaciones que nos podrían asaltar ante un oponente real, armado con sable que tuviese verdadera intención de matarnos. Maestros como Fernando nos pueden hacer intuir como podría ser esa situación. Toda una vida de práctica resuelta en un instante. Muchas gracias sensei.

Marco A. Montava


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