lunes, 14 de enero de 2013

Aikido y el dominio de la mente

Desde que di con él, el aikido ha sido para mí la mejor manera que conozco de vencer a mi cerebro hiperactivo. Hiperactivo en el peor de los sentidos, claro. Un cerebro que busca la menor oportunidad para zambullirse en un maremágnum de fútiles diálogos internos que para lo único que sirven es para gastar energía inútilmente.

Pulir las técnicas y las bases cada día, hombro a hombro con mis compañeros y compañeras. Saber que estoy en un camino de mejora y aprendizaje que afortunadamente no acabará jamás, pues qué aburrido si llegase un punto en el que no hubiera nada que aprender... Todo ello me ha ayudado a darme forma a mí misma como nunca habría imaginado. Y aunque mi mente sigue siendo un caballo desbocado, como dice uno de mis maestros, cada vez le doy menos importancia a sus intentos de llamar la atención. Y eso me ha sentado de maravilla.

Llevo practicando aikido desde hace ya más de dos años, que no es mucho pero no es poco, y me encuentro en un punto de inflexión muy importante para mí como practicante de kyu: la prueba de la hakama. La hakama, esa prenda que simboliza las virtudes del guerrero.

Mi punto de vista acerca de la prueba ha cambiado con la experiencia. Cuando veía a mis compañeros enfrentarse a la prueba sólo pensaba en el aspecto físico de la misma. Y de hecho, cuando pasé el examen de 2º kyu lo primero que me dije fue “si quiero pasar la prueba, voy a tener que salir a correr muy en serio para coger fondo”.

Pero eso era antes de enfrentarme a la prueba. He practicado las caídas unas seis veces. Y sigo pensando que sí, que es necesario que me ponga más en forma. Sin embargo, cada vez que he intentado la prueba ha sido diferente, y mi estado físico no ha variado. Ya me lo avisaba Bruno el otro día. “Está todo en la mente”, me decía. “A las veintiuna caídas ya te he oído decir que no podías más, y sin embargo has acabado las cuarenta”. Y tiene toda la razón.

Creo que en el aikido, como en la vida, te vas enfrentando a tus limitaciones. Son limitaciones irreales, autoimpuestas por el miedo, la estrechez de miras o la costumbre, y todas ellas van cayendo de una en una con la práctica diaria. Sin embargo, no sé si será así para todo el mundo, pero para mí la prueba de la hakama va a ser una de las más duras. Físicamente, siempre me ha costado mucho caer y rodar. Pero va más allá. Ya os digo, creo que hoy ha sido la sexta vez que lo he intentado y he tenido que enfrentarme a un montón de nervios, miedos y complejos que llevo arrastrando mucho tiempo y que no se hacen realmente evidentes hasta que te ves obligado a encararte con ellos de esta manera.

Qué puedo deciros… La verdad es que lo he pasado mal, y lo seguiré pasando mal, y que me quedan muchas limitaciones que vencer. Pero a pesar de todo voy a seguirlo intentando. Voy a seguir aprovechando cada oportunidad de plantarle cara a mis debilidades. Porque es lo que quiero. Porque me siento bien, aunque cueste y duela. Porque a los miedos sólo se les vence cuando se les mira de frente. Y porque la altura del escalón no debe frenarte si tu verdadera voluntad es seguir subiendo.

Así que a los que os sintáis identificados con esto, os digo (y me digo a mí misma): ¡ánimo y a darle duro al tatami!

Encarni

1 comentario:

Anónimo dijo...

Animos y ya verás como a medida que continues practicando, lo que hoy te parece un handicap, dejará de parecertelo.