Este viaje comienza en un bosque elevado y profundo, regado
por fuentes frescas y de aire limpio y sereno.
Una senda
nos guía hacía la cresta de la montaña, coronada por una sencilla ermita,
primero lugar de peregrinaje de los antiguos íberos, después centro de oración
musulmán y por último ubicación privilegiada para las romerías cristianas.
Su cálido
cielo se ve surcado por el vuelo de los imponentes buitres cuya compañía
permanece fiel durante todo el viaje. Su vuelo y nuestro caminar fluyen sin
tropiezos, como un principio natural y unificador en el que las fuerzas
primordiales de la naturaleza nos enseñan que si lo físico perece, lo
espiritual se transmuta y permanece.
Cada paso
transforma la naturaleza, y cada aleteo afecta a la atmósfera, es el hálito
vital de la Tierra, y también del budo.
Es un budo
que expresa la idea del movimiento de unos elementos en acción constante,
basados en la observación permanente de la naturaleza y de los sucesos que en
ella se manifiestan: vitalidad, belleza, armonía y paz.
Rodeados por
esas creencias milenarias, meditamos y honramos al compañero caído, cada uno a
su manera, pero unidos fuertemente por el férreo vínculo que genera la amistad,
porque cuando ésta emerge, surgen verdes paisajes, montañas sinuosas y
profundos valles verdeantes, es una vuelta al hombre y un viaje hacia el
interior.
Retomamos el
camino y seguimos la senda, que nos indica el rumbo de los vientos y el flujo
de las aguas, el barranc del çinc imponente y perfecto a nuestra derecha, nos
obligaba a descender, ubicándonos perfectamente entre el abismo y la espesura
del bosque, fue llamándome la atención la perfecta hilera de los viejos pinos,
el aroma a romero y de la manzanilla incipiente, pero sobre todo la frescura y
limpieza del viento.
Nuestra
banal existencia convive con lo eterno, aquello que hemos despreciado nos
enseña el camino para sentir y profundizar en la prosaica, y al mismo tiempo
majestuosa belleza de la naturaleza, como dijo Osawua en nuestro primer curso,
más que el origen del viaje y sus posteriores resultados, lo interesante es el
proceso y el valor de la acción, lo que nos obliga a centrarnos en el momento y
nos permite desarrollar la percepción del ambiente, a la vez que captar los
ritmos de la naturaleza, asumiendo de esa forma una conducta en armonía con los
demás y con los flujos de la naturaleza.
El viaje
junto a Jose, fue una síntesis de encuentro, entre lo eterno y lo prosaico, un
profundo caminar hacia el interior a través del exterior. Una unión del
espacio/tiempo en el que la dualidad nos lleva al equilibrio dinámico de todas
las cosas, camino y método, un budo perfecto, junto a nuestro compañero
Jose Balaguer.
Julio Maestre
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