Y es que
de eso se trata, de distancias, pero no precisamente cortas, sino las
justas. Y por eso resulta más gracioso que en un curso en el que
trabajamos el "Ma Ai" tuviésemos espacio tan reducido para todos los
asistentes al curso. Compañeros de Alicante y Castellón con los que fue
muy gratificante trabajar, teniendo que alternar los movimientos en el
tatami para que todos pudiésemos trabajar con el espacio necesario y sin
interferencias. Pero anécdotas aparte, el sábado 8 de Febrero se
celebró en el dojo del Club Aikido Alcoi Om el curso de Iaido y Aikiken
impartido por el maestro y 6º Dan Fernando Valero Cardona.
Nos
planteó un trabajo partiendo de base, ya que muchos de los asistentes
era la primera vez que realizábamos trabajo de sable, pero al mismo
tiempo de una profundidad suficiente para que todos terminásemos
satisfechos y con ganas de más. Para lanzar o recibir un ataque con
sable, hay que ser muy consciente y precisos con la distancia al
adversario. El trabajo con armas de madera requiere una concentración,
una atención y una precisión muy superior a la que habitualmente
trabajamos en las técnicas a mano desnuda, y el trabajo con katana aun
mayor si cabe por estar unos pasos más cerca al peligro real. Fernando
ilustró a la perfección como esta concentración y sobre todo esa
intención que aplicamos con el sable se debe trasladar a los movimientos
de aikido para conseguir mucha mayor precisión e intención.
El
sable es una prolongación del cuerpo, de nuestro brazo, que amplifica
la posición y la potencia, amplifica nuestro movimiento, pero también
nuestros errores e imperfecciones. El trabajo con sable es mucho más
exigente en cuanto al trabajo de espacio: un ataque con una distancia
corta nos impedirá maniobrar el sable, con una distancia excesiva será
ineficaz. Y para conseguir realizar un posicionamiento adecuado y en el
momento exacto hay que hacerlo con una atención y concentración mucho
más elevada que la que acostumbramos a usar en nuestra práctica
habitual. El tiempo parece que se detenga y la dinámica del movimiento
se inicia como un resorte que se dispara en el momento preciso y con la
posición exacta, y en un parpadeo se resuelve la situación.
Recordó
que para nuestra práctica no es importante la velocidad del movimiento
sino el tempo, el ritmo adecuado para cada uno y la exactitud de las
distancias. En situación real, no coreografiada (que es el error en el
que podemos caer en nuestra entrenamiento habitual en el dojo), si la
posición y el instante del movimiento no son los correctos, la técnica
no saldrá, o como mínimo no tendrá tanta precisión ni efectividad, con
los que nos veríamos obligados a readaptarnos y retomar el control. En
esto Fernando insistió, si el tempo y la posición no son correctos, la
técnica, en situación real, no saldrá. Hay que lanzar la respuesta
correcta en el instante preciso y desde una posición óptima.
Tras
las cinco horas de curso, se siente cierto cansancio mental, no físico,
por la intensa, constante e ininterrumpida concentración con la que se
ha trabajado. Sólo nos queda imaginar el aluvión de sensaciones que nos
podrían asaltar ante un oponente real, armado con sable que tuviese
verdadera intención de matarnos. Maestros como Fernando nos pueden hacer
intuir como podría ser esa situación. Toda una vida de práctica
resuelta en un instante. Muchas gracias sensei.
Marco A. Montava
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