El
pasado domingo 19/01/14 Bruno nos invito a participar en un curso de nivel
avanzado, sólo permitió que participarán Yudanshas, aunque al final amplio la
invitación a los alumnos que están preparando el grado Shodan. Medio en broma,
medio en serio, dijo que nos haría participes de la técnica secreta del Aikido.
Y con esa intención fuimos al curso.
Después
del calentamiento y ya en seiza nos hizo una pregunta: - ¿Cuál es el objetivo
técnico del Aikido? Unos respondimos: controlar al adversario, otros vencerlo,
otros no dañar al oponente y así seguimos hasta que dijo: - ¡no! El objetivo
final es la muerte del adversario y si no tenéis esa idea clara, no estáis
practicando budo, sino un baile de salón. Yamaoka Tessu, el mejor esgrimista de
su tiempo, creó la Mutto (escuela sin espada), donde se impartía la doctrina “no hay sable fuera de la mente”. Es el tamashi-ken, alma y sable inseparables.
De ahí nace la famosa frase: “La técnica es un arma y el Aikido un arte de
matar”. Tú creas el arte, y tú eres el arma.
Cuando
con la técnica controlas ya a tu adversario, y has tenido la oportunidad de
matarlo, es cuando decides preservar y no destruir, pero eres tú desde esa
posición, quien decide restituir el equilibrio que la agresión de tu oponente a
creado.
Y es
con esa idea de ataque sincero, fuerte, real y enfocado a un solo punto, donde
empezamos a trabajar durante tres horas, ikkyo.
Ese ataque sincero, es necesario para que surja la técnica y se forje el
carácter preciso para la autodisciplina necesaria que hace falta para afrontar
cualquier adversidad, ya que al depender técnica y mentalmente de nosotros
mismos, ninguna agresión exterior nos puede condicionar.
De
ikkyo dijo, que se debe realizar con una actitud mental y corporal enérgicas,
con un adecuado manejo de las distancias y una correcta visión del momento,
sabiendo trabajar unos ángulos precisos y recordando que hay que tener una
poderosa parte inferior del cuerpo que nos otorgue un fluido movimiento natural
y con unos hombros siempre relajados y vacíos de fuerzas exteriores.
Durante
la realización de las técnicas no se hablaba, no permitía llenar el sudoroso
silencio con vanas palabras. Es de la practica de quien aprendes y no de las
palabras. Fue un trabajo largo, estoico, japones, carente de la ornamentación
barroca de otras artes marciales. El objetivo era, “una técnica, un muerto”. Se
buscaba la eficacia, tanto en el empleo del cuerpo como de la técnica.
Recordando siempre la frase de Ueshiba: “El
Aikido es primero y siempre budo.”
No se
permitió otra idea, ni se dejo espacio para otro pensamiento. Cuando nos veía
agotados, respirar y concentraros, esa es la senda, la concentración. En el
budo, toda la vida se cuestiona en un segundo. No hay espacio para la duda, ni
tampoco para la vacilación.
El
Aikido se esta desvirtuando, perdiendo su sentido marcial, se ha ido
desplazando el foco de atención de lo técnico a lo espiritual, olvidando las
condiciones objetivas de un combate real, que nos ha ido llevado hacía un
subjetivismo espiritual artificial, rompiendo técnica y espíritu, quebrantando,
cuerpo y mente.
En este
curso Bruno nos ha sumergido hacia un
viaje a la realidad del Aikido, a su génesis, a desplazado el inventismo y sus
secuelas imaginativas, retornando a planteamientos marciales tales como la
formación del carácter, que nos permite sintonizar con la realidad de nuestro
cuerpo y de nuestra mente. En definitiva un curso para repetir.
Julio Maestre
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