La falacia de los sentidos:
En el
curso pudimos ver a Roberto en su estado más puro, salió al tatami con una
técnica severa y sin envoltorios y con el único apoyo marcial de su depurada
técnica, envolviendo los sentidos con una proporcionada acción adecuada a cada
momento. Trabajó las técnicas a través de una idea próxima, intimista y
original. Nos indico con su trabajo los distintos medios de que disponemos para
solventar las diferentes situaciones, todo ello acuciado por las necesidades
del espacio.
La
técnica surge a través de una creación pura y en el instante adecuado. Cada
momento es único e irrepetible y se construye en una sola acción (incidió durante la realización de cada
técnica sobre este hecho). En los jiju-waza
nos sugería, que tori ideará e interpretará cada momento, improvisando
de acuerdo a unos conocimientos ya adquiridos y asimilados. Cada acción debe
rendir homenaje a días, meses y años de duro entrenamiento con una ejecución
técnica intuitiva y perfecta.
Este
tipo de cursos son una isla de esperanza
frente al peligro de extinción de
la marcialidad en el Aikido. Una valiosa reflexión sobre lo difícil que es
conseguir preservar la esencia de lo mucho sin que se diluya en lo banal,
protegiéndonos de la falacia de los sentidos, mediante la unión de alma, cuerpo
y mente, debido al vínculo que nos ofrece la técnica.
Julio
Maestre: Una pequeña expedición a Cuenca.